Penimú ha vivido siempre en un pueblo, hasta que su humana falleció y su hija Marina se hizo cargo de ella y se la llevó a su piso en Madrid. Para las dos, Marina y Penimú, ha sido toda una experiencia adaptarse a esta convivencia, pero el recuerdo de la «mami» de ambas las ha ayudado mucho.
Pero hace poco que Penimú sufrió un accidente, se precipitó por la ventana. Ninguna de las dos se imaginaba que podría ser tan peligroso. Marina fue de urgencias a dos veterinarios, donde se gastó todo lo que tenía ahorrado, algo más de 400€, lo poco que le deja su sueldo de cajera de supermercado. La dijeron que tenía una fractura de cadera y que había que operar. Pero lo peor es que Penimú dejó de comer, pero ya no le quedaba más dinero.
Fue cuando nos encontró y la citamos en nuestro centro. Le repetimos las pruebas radiológicas y observamos que tenía una fractura longitudinal de isquion, una transversal tras la articulación de la cadera y una luxación de mandíbula. Además tenía un perdigón que Marina desconocía, pero que debía tener desde hace años y no tenía nada que ver con la situación actual.
Procedimos a dormir a Penimú y a recolocarle las fracturas bajo sedación, tanto las de la cadera como la de la mandíbula. En apenas 48 horas, comenzó a caminar con normalidad. Lo que más está costando es controlar el dolor a la hora de comer, pero poco a poco se va consiguiendo.